domingo, 24 de febrero de 2019

MEDITACIÓN DIARIA: DOMINGO DE LA SÉPTIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO


MAGNANIMIDAD

I. La disposición de acometer grandes cosas por Dios y por los hombres acompaña siempre a una vida santa.

II. La magnanimidad se muestra en muchos aspectos: capacidad para perdonar con prontitud los agravios, olvidar rencores, en la generosidad...

III. Es fruto de la vida interior. Y cuando se descuida el trato personal con Jesucristo, el ánimo se apoca y se empequeñece ante cualquier empresa sobrenatural.

«Pero a vosotros, los que me escucháis, yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y tratad a los hombres como queréis que ellos os traten. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. 

Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio; entonces vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los perversos. «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.» (Lucas 6, 27-38)

I. El Evangelio de la Misa (Lucas 6, 27-38) nos invita a ser magnánimos, a tener un corazón grande como el de Cristo. Nos manda bendecir a quienes nos maldigan, orar por quienes nos injurian..., realizando el bien sin esperar nada a cambio, ser compasivos como Dios es compasivo, perdonar a todos, ser generosos sin cálculo ni medida. La virtud de la magnanimidad, muy relacionada con la fortaleza, consiste en la disposición del ánimo hacia las cosas grandes (Suma Teológica), y la llama Santo Tomás “ornato de todas las virtudes”. El empeño serio de luchar por la santidad es ya una primera manifestación de magnanimidad.

El magnánimo se plantea ideales altos y no se amilana ante los obstáculos, ni las críticas, ni por los respetos humanos, ni por un ambiente adverso. Los santos han sido siempre personas con alma grande. Ninguna manifestación mayor de esta virtud que la entrega a Cristo, sin medida y sin condiciones.I. El Evangelio de la Misa (Lucas 6, 27-38) nos invita a ser magnánimos, a tener un corazón grande como el de Cristo. Nos manda bendecir a quienes nos maldigan, orar por quienes nos injurian..., realizando el bien sin esperar nada a cambio, ser compasivos como Dios es compasivo, perdonar a todos, ser generosos sin cálculo ni medida.

La virtud de la magnanimidad, muy relacionada con la fortaleza, consiste en la disposición del ánimo hacia las cosas grandes (Suma Teológica), y la llama Santo Tomás “ornato de todas las virtudes”. El empeño serio de luchar por la santidad es ya una primera manifestación de magnanimidad. El magnánimo se plantea ideales altos y no se amilana ante los obstáculos, ni las críticas, ni por los respetos humanos, ni por un ambiente adverso. Los santos han sido siempre personas con alma grande. Ninguna manifestación mayor de esta virtud que la entrega a Cristo, sin medida y sin condiciones.

II. La grandeza de alma se muestra también en la disposición para perdonar lo mucho y lo poco, de las personas cercanas a nuestra vida y de las lejanas. El cristiano no puede andar por el mundo con una lista de agravios en su corazón (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Amigos de Dios), con rencores que empequeñecen el ánimo y los incapacitan para los ideales humanos y divinos a los que el Señor nos llama.

Ante lo que vale la pena (ideales nobles, tareas apostólicas y, sobre todo, Dios) el alma grande aporta de lo propio sin reservas: dinero, esfuerzo, tiempo. Sabe y entiende bien las palabras del Señor: por mucho que dé, más recibirá. “Las grandes catedrales son un ejemplo de tiempos en los que existían muchos menos medios humanos y económicos que ahora, pero en los que la fe era quizá más viva” (CONCILIO VATICANO II, Sacrosanctum Concilium).

La generosidad siempre acerca a Dios, ensancha el corazón y lo hace más joven, con más capacidad de amar; por eso, en incontables ocasiones el mejor bien que podemos hace a nuestros amigos, es fomentar su generosidad.

III. La magnanimidad es un fruto del trato con Jesucristo y se apoya en la humildad. A una vida interior rica y exigente, llena de amor, acompaña siempre una disposición de acometer grandes empresas por Dios, y se apoya en Él.

La Virgen María nos dará esta grandeza de alma que tuvo Ella en sus relaciones con Dios y con sus hijos los hombres. Dad y se os dará...; No nos quedemos cortos o encogidos. Jesús presencia nuestra vida.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org

viernes, 22 de febrero de 2019

SER CATÓLICO SIEMPRE Y EN TODO MOMENTO, NO SOLAMENTE LOS DOMINGOS


La conversión personal es cuestión de un instante, pero la santidad a la que estamos llamados es tarea que nos ocupa toda la vida

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Es cierto que vivimos en un mundo globalizado, en donde a veces es difícil encontrar unos espacios de tiempo en los que podamos encontrar calma y tranquilidad.

También es cierto que los avances tecnológicos junto con el dinamismo que trae consigo la vida misma han transformado, de alguna forma, nuestra manera de actuar e incluso nos atreveríamos a decir que nuestra forma de pensar, pues evidentemente estamos sometidos a ese vaivén que, en mayor o menor medida, agita nuestro entorno.

No obstante, para quienes libre y conscientemente hemos abrazado la fe en Cristo Jesús, tenemos que esforzarnos por gozar en todo momento y lugar del beneficio de su paz.

Necesitamos abrazar esa paz para ponderar y meditar las cosas que nos acaecen en lo más hondo de nuestro corazón, mirando a Santa María, la madre de Dios, como hijos pequeños y tan necesitados que buscan su auxilio y su protección, por ser ella el modelo más excelso de la gracia.

Por experiencia sabemos sobradamente que la conversión personal es cuestión de un instante, pero la santidad a la que estamos llamados es tarea que nos ocupa toda la vida.

Así las cosas, debemos emplearnos a fondo con todos los medios y en todas las jornadas de nuestra existencia para dar cumplimiento a este mandato evangélico:

"Sean, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre Dios que está en los cielos es perfecto" (Mt. 5, 48)

Dado que de él se desprende que nuestro obrar debe ser autentico, de una pieza, sin doblez, coherente con nuestras creencias y convicciones, sin temer al qué dirán, e incluso remando contra corriente si fuera necesario.

Tengamos en cuenta que el Evangelio (que es palabra de Dios) y la doctrina que nos proporciona el Magisterio de la Santa Madre Iglesia son la savia que nutre nuestra vida espiritual, la cual va inseparablemente unida a nuestra vida humanamente cotidiana, sea en el trabajo, en la familia, en el ocio adecuado y, cómo no, en la vida de piedad.

Desde esta perspectiva, como católicos responsables que un día decidimos voluntariamente seguir a Cristo, no podemos conformarnos con una entrega minimalista y rutinaria, un tanto superficial, como quienes quieren cubrir su expediente justificando así el contenido de sus actos.

A tal efecto, sabido es que la vida espiritual es como un plano inclinado en el que o se avanza o irremediablemente se desciende, y a veces hasta tal punto que el alma se enfría tanto que deja de amar.

Por tal motivo, en la lucha ascética no sirven las medias tintas, ni los razonamientos vagos, ni las especulaciones baratas. 

Desde que nacimos a la vida de la gracia por medio del bautismo, nos jugamos mucho en esta efímera vida terrenal llena de oportunidades para merecer día a día y a cada instante los bienes necesarios para alcanzar el cielo.

Nuestra misión y nuestro compromiso consisten en identificarnos con Cristo, ser otros Cristos, los mismos Cristos, una laboriosa y heroica tarea a la que todos estamos llamados sin excepción.

para amar a Cristo no hay otro camino que tratarle para llegar a conocerle, y de esta forma cobijarle en nuestro interior para que presida nuestro obrar. Por ello tenemos la oportunidad de participar de los medios que pone a nuestro alcance la Iglesia como remedio para nuestra salvación eterna.

Con todo, debemos ser almas de oración continua, en medio del trabajo, hablando con nuestras amistades, al lado de nuestra familia, haciendo de la vida cotidiana aparentemente sin brillo una sinfonía espiritual exultante.

Desde hace dos mil años Jesús nos espera en el Sagrario, para contarle nuestras cosas, lo que va y lo que no funciona. También nos espera en la Eucaristía, para que comulguemos frecuentemente y mantener el latido contemplativo saludable.

Asimismo lo encontramos en el sacramento de la reconciliación, pidiéndole perdón por nuestras faltas, animados por su infinita misericordia.

Por consiguiente, no podemos seguir a Jesús unos instantes únicamente los domingos, quizá buscando la misa más corta y orquestada para que nos sea más "amena", sin caer en la cuenta de que el Sacrificio del Altar es el centro y razón de nuestra vida cristiana.

Y porque Jesucristo habita en nosotros le debemos la más alta consideración, pues sin Él nada podemos hacer. 

Meditemos por un instante cuántos minutos dedicamos al día en leer el Evangelio, en leer algún libro de lectura espiritual, en leer documentos provenientes del Vaticano, o en estar informados de las últimas noticias acerca del Santo Padre. Examinemos también cuánto tiempo empleamos en nuestro apostolado, o en hacer obras de caridad.

No podemos excusarnos diciendo que no tenemos tiempo, aunque esa sea la verdad, porque el Señor sí que tuvo tiempo para redimirnos en la Cruz, obedeciendo en todo al Padre.

Seamos consecuentes al sabernos hijos de Dios, pues Él se desvela por todos nosotros en quienes desde la eternidad piensa el momento justo en que debemos aparecer en escena.

Nuestra gratitud por todo lo que recibimos y por aquello que no poseemos, debe reflejarse permanentemente a lo largo de nuestro recorrido, y una forma tangible de llevarlo a cabo, no solamente los domingos, es demostrando que somos verdaderos hijos de un mismo Padre en cada momento de nuestras vidas.

Por: Vicente Franco Gil

Fuente: ForumLibertas.com

jueves, 21 de febrero de 2019

PAPA FRANCISCO A SEMINARISTAS: “SIGAN ADELANTE Y NUNCA DEJEN LA ORACIÓN”


Pidió al Señor que “les conceda la gracia de no tener miedo y de saber que no estamos solos porque no hay nada en esta vida que pueda apartarnos del amor del Padre”

Papa Francisco con algunos de la delegación del
Seminario Mayor de la Diócesis de Getafe en el Vaticano.
Foto:Daniel Ibañez / ACI Prensa
El Papa Francisco saludó hoy de forma especial durante la Audiencia General a una delegación del Seminario Mayor Nuestra Señora de los Apóstoles, de la Diócesis de Getafe, (España) que se encuentra en Roma para celebrar el 25° aniversario de la fundación de este centro de formación.

Los 20 seminaristas y cinco diáconos, junto con el Obispo de Getafe, Mons. Ginés García Beltrán; el Obispo Auxiliar, Mons. José Rico; y varios sacerdotes han viajado a Roma en una peregrinación. 

El Papa saludó a los integrantes de esta delegación “que celebran los 25 años de este centro de formación” y pidió al Señor que “les conceda la gracia de no tener miedo y de saber que no estamos solos porque no hay nada en esta vida que pueda apartarnos del amor del Padre”.

Tras la Audiencia General, varios integrantes de la delegación de la Diócesis de Getafe entregaron al Papa Francisco algunos regalos, así como información sobre las actividades que se están llevando a cabo por el Año Jubilar por el Centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón.

El Papa pidió a los seminaristas que “sigan adelante y nunca dejen la oración. Tengan cercanía al pueblo de Dios”. También les pidió no caer en el “clericalismo” porque “es una verdadera perversión”.

Seminario Mayor Nuestra Señora de los Apóstoles

El Seminario Mayor está regido por el sacerdote Carlos Díaz-Azarola y cuenta con un equipo integrado por dos formadores y dos directores espirituales que cuidan de la vocación de los seminaristas.

La Diócesis de Getafe cuenta también con un Colegio-Seminario Menor, ubicado en la localidad de Rozas de Puerto Real, en el que se forma a un centenar de niños, adolescentes y jóvenes.

Al término de su formación, estos seminaristas se sumarán a los más de 300 sacerdotes incardinados en este momento en la Diócesis de Getafe, de los cuales 266 están en activo para atender las parroquias y capellanías de colegios, universidades, hospitales y centros penitenciarios de la zona.

Fuente: ACI

miércoles, 20 de febrero de 2019

HOY EL RETO DEL AMOR ES QUE TE ACERQUES A ESA PERSONA QUE SE ESTÁ COMPORTANDO DE FORMA DIFERENTE


Para saber el porqué... acércate

Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.

Jubi lleva varias noches sin dejarnos dormir. Le ha dado por ladrar de manera incansable. Cuando nos despertábamos por la mañana, más de una tenía un poco de enfado, pues no había podido conciliar el sueño.

Será el cambio de tiempo, la luna, que tiene exceso de energía, puede tener una molestia, le tendríamos que dar un poco de manzanilla para que se tranquilice, hay que enseñarle a no ladrar... Cada una iba diciendo su parecer sobre la situación, pues ya estaba empezando a preocuparnos bastante, no solo por nuestro sueño, sino también por los vecinos que viven alrededor del Monasterio.

Ayer por la noche, Israel le puso comida en su plato y comprobó aliviada que Jubi estaba dormida. Nos fuimos a la cama y... ¡de nuevo los ladridos! ¡Cada vez más fuertes! No podía ser, otra noche más así.

Nos pusimos abrigos, zapatos y nos adentramos en la huerta. Jubi, al vernos, ladraba más fuerte sin separarse del sitio donde estaba, mirando hacia el muro que separa el Monasterio del exterior. Seguimos su mirada y, en lo alto, ¡vimos un gato que buscaba la manera de entrar! Le asustamos, salió corriendo... y Jubi se calló al instante y, tranquila como si nada hubiese pasado, se fue a su caseta a dormir.

Llevaba días cuidando los muros para que el gato extraño no entre, avisándonos de un “peligro...” y nosotras con conjeturas que ni se aproximaban a la realidad. Fue cuando nos acercamos a Jubi, cuando seguimos sus pasos, cuando realmente pudimos entenderla.

A veces tenemos cerca a personas que se comportan de una forma diferente a la habitual: están más irascibles, con un trato diferente, menos rendimiento... y tendemos a formular teorías que a veces compartimos con otros: “¿Te has dado cuenta de cómo está últimamente? ¿Le habremos hecho algo? Puede que...”

Para entender a los demás, tenemos que implicarnos, tenemos que dejar que nuestro corazón lata con el suyo para poder comprender y acoger. Jesús no ve las escenas pasar ante Él; se sienta junto a la samaritana y le da de beber, coge a los niños entre Sus brazos, va al encuentro de la niña enferma... El de Jesús es un corazón que ve más allá, un corazón compasivo y misericordioso, que siente con nosotros, que ve más allá de nuestras actuaciones.

Hoy el reto del amor es que te acerques a esa persona que se está comportando de forma diferente. No busques a los demás para hacer conjeturas, acércate, pregúntale cómo está, acompáñale un tramo del camino, ten un gesto en el que simplemente sepa que estás a su lado o dile con cariño que estas rezando.

VIVE DE CRISTO

Fuente: Dominicas de Lerma

martes, 19 de febrero de 2019

MEDITACIÓN DIARIA: MARTES DE LA SEXTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO


LA TAREA SALVADORA DE LA IGLESIA

“En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les recomendó: -«Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.» Ellos comentaban: -«Lo dice porque no tenemos pan.» Dándose cuenta, les dijo Jesús: -«¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?» Ellos contestaron: -«Doce.» -« ¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?» Le respondieron: -«Siete.» Él les dijo: -«¿Y no acabáis de entender?» (Marcos 8,14-21).

I. El Señor antes de su Ascensión a los Cielos, entregó a sus Apóstoles sus propios poderes en orden a la salvación del mundo (6): Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra. Id pues, y haced discípulos míos a todos los pueblos ...; y la Iglesia comenzó enseguida, con autoridad divina, a ejercer su poder salvador.

Imitando la vida de Cristo, que pasó haciendo el bien, confortando, sanando, enseñando, la Iglesia procura hacer el bien allí donde está. Les presta ayuda humana a los necesitados, enfermos, refugiados, etc.. Esta ayuda humana es y será siempre grande, pero al mismo tiempo, es algo muy secundario: Por la misión recibida de Cristo, Ella aspira a mucho más: a dar a los hombres la doctrina de Cristo y llevarlos a la salvación.

II. Es abrumador el peso que, con solicitud paterna, ha de llevar sobre sí el Romano Pontífice, Vicario de Cristo: sufre la resistencia con que le combaten los enemigos de la fe y la presión de los que abominan del afán apostólico de los cristianos que se oponen a la tarea evangelizadora que impulsa constantemente el Papa. Nosotros pediremos fervientemente por él al Señor, que lo vivifique con su aliento divino, que lo haga santo y lo llene de sus dones, que lo proteja de modo especialísimo.

También tenemos el gratísimo deber de pedir cada día que todos los fieles cristianos seamos verdadera levadura en medio de un mundo alejado de Dios, que la Iglesia puede salvar. Hemos de pedir también por los Obispos, Pastores de la Iglesia de Dios junto al Papa, por los sacerdotes, por los religiosos y por todo el Pueblo de Dios. Y también por quien más necesitado esté en el Cuerpo Místico de Cristo, viviendo con naturalidad el dogma de la Comunión de los Santos.

III. La Iglesia somos todos los bautizados, y todos somos instrumentos de salvación para los demás cuando procuramos permanecer unidos a Cristo con el cumplimiento amoroso y fiel de nuestros deberes religiosos, familiares, profesionales y cívicos; con un apostolado eficaz en el entramado de relaciones en el que discurre nuestra vida.

Este apostolado es urgente por la cizaña de la mala levadura que invade al mundo. Hoy pedimos a Dios Padre que sean muchos los pueblos que acojan la palabra de salvación que proclama la Iglesia, ya que también a Ella, como a Cristo –como nos recuerda la Constitución Lumen gentium- le han sido dadas en heredad todas las naciones.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org